Fernando Júlio Vasconcelos Alegria. Júlio Alegria. Este es el nombre del trabajador portugués, originario de Trofa do Vouga, que fue tratado como un esclavo durante 12 años en una explotación agrícola y plantación de tabaco de Auvinyà. Trabajaba desde las seis de la mañana hasta las ocho de la tarde, haciendo 84 horas semanales. Había días en los que trabajaba 15 o 16 horas. Lo obligaban a quedarse, alojado en condiciones infrahumanas, porque, al no tener papeles, lo amenazaban con que iría a la cárcel por estar en situación ilegal. Según explicó Vasconcelos a la prensa portuguesa, su habitación era una caja de cartón. Relata que en invierno, con las heladas, “abrían la ventana a primera hora de la mañana y la dejaban abierta todo el día. Cuando llegaba, el suelo de mi habitación estaba cubierto de hielo”. Dormía con la ropa que llevaba puesta, bajo una manta que no era de plumas, como las que usaban los señores del primer piso.
A Júlio le daban pan duro para comer, que ablandaba con un vaso de agua. Insiste en que “me insultaban desde la mañana hasta la noche. Trabajé como un animal”. Respecto al patrón, comenta que “David es una persona muy violenta. No me pegó, no es eso. Me trató con desprecio. Me humilló delante de otras personas”. Mientras que la patrona “era mucho peor que él”, y cuando el trabajador le dijo que quería irse, la mujer le contestó: “Mira, ¡no tienes papeles, hombre! Permítete estar tranquilo. Aún corres el riesgo de ir a la cárcel”. Le pagaban 1.300 euros al mes sin vacaciones y con solo parte del domingo libre.
Condena y discusión por los plazos
Júlio cayó por un barranco cuando guiaba unas cabras y se rompió varios huesos. Como tuvo que ser ingresado en el hospital, toda la historia salió a la luz. El caso acabó en los tribunales y el masovero de Auvinyà fue condenado a pagar 336.394 euros por abuso laboral y a dos meses de arresto domiciliario.
El patrón pidió pagar la multa de forma fraccionada, alegando que no tenía esa cantidad. Argumentaba que la explotación agrícola era deficitaria. La Batllia aceptó su petición, fijando un pago mensual de 1.500 euros. Tanto el propietario como la defensa del trabajador recurrieron la decisión. El primero solicitaba pagar solo 700 euros al mes. Para el empleado, el importe debía ser de 2.950 euros. Criticaba tanto la propuesta del patrón, recordando que con 700 euros tardaría 41 años en pagar la totalidad, como la decisión de la Batllia, porque con 1.500 euros tardaría 19 años en saldar la deuda. Además, añadía que cuando el propietario se jubile podría alegar que cobra menos y, por lo tanto, conseguir una reducción de la cuota mensual o incluso dejar de pagar por completo.
La defensa del trabajador incidía en que, con la propuesta de 700 euros al mes, el propietario acabaría de pagar la deuda cuando tuviera 96 años.
El Tribunal Superior ha rechazado ambos recursos y el pago mensual se mantendrá en 1.500 euros.